Las palabras de Neil Amstrong
quedaron inmortalizadas a través de la transmisión vibrante de las televisiones
en blanco y negro: «That's one small step for a man. One giant leap for
mankind». La misión
Apolo 11 conseguía, el 16 de julio de 1969, poner la bandera de
los Estados Unidos de América en el Mar de la Tranquilidad, en la muerta superficie
de la Luna, paraasombro del mundo y espanto de la Unión
Soviética.
En los años siguientes, otras
cinco misiones del programa Apolo llevarían a astronautas al satélite para
estudiar el suelo, la seísmica, los campos magnéticos o el viento solar. En
total, junto a Neil Amstrong, otros 23 astronautas viajaron a las
profundidades del espacio durante el programa Apolo. Pero, tal
como ha concluido un estudio publicado este jueves en «Scientific Reports»,
todos ellos pagaron un precio. Estos pioneros exploradores estuvieron entre los
primeros humanos que quedaron expuestos a elevadas y continuadas dosis de
radiación espacial. Y eso después se tradujo en una «maldición»
que adquirió la forma de diversos problemas cardiovasculares.
«Sabemos muy poco sobre los
efectos de la radiación espacial sobre la salud, y en concreto sobre el sistema
cardiovascular», ha dicho en un comunicado Michael Delp,
investigador de la Univesidad Estatal de Florida y autor del estudio. «Esto nos
permite vislumbrar por primera vez cuáles son estos efectos adversos».
Walter
Cunningham, del Apolo 7- NASA
¿Hasta dónde llegan estos
efectos? El equipo de Delp descubrió que el 43 por ciento de los astronautas
del programa Apolo fallecidos había muerto a causa de problemas
cardiovasculares. Aunque en realidad solo 8 de los 24 astronautas había muerto,
esta proporción de muertes por complicaciones cardiovasculares es
cuatro o cinco veces superior a la que hay en astronautas que solo trabajaron
en la Tierra o que se quedaron en la órbita baja, a salvo de las radiaciones
provenientes del espacio profundo.
Para apuntalar más estos datos,
Michael Delp hizo experimentos con ratones. Después
de seis meses de estar expuestos a radiaciones similares, (un tiempo que es
comparabale a 20 años humanos), los ratones comenzaron a sufrir problemas en
las arterias que suelen llevar a arteriosclerosis. «Estos datas muestran que la
radiación del espacio profundo es peligrosa para la salud cardiovascular», ha
concluido Delp.
Alan L.
Bean llega a la Luna durante la misión Apolo 12- NASA
Este estudio se incorpora a las propias
investigaciones hechas por la NASAa raíz del programa Apolo, en las
cuales ya se constató una pérdida de masa ósea y muscular en aquellos
astronautas.
Actualmente, la NASA sabe mucho
más acerca de los efectos de la vida en el
espacio, gracias a una investigación continuada en la Estación
Espacial Internacional. Aparte de los problemas ya mencionados, se ha
descubierto que el sistema inmune y la flora intestinal se ven afectadas.
Aparecen ciertos problemas de visión y puede haber mareos y
cierta desorientación. Todo esto no solo aumentará lo que se sabe
sobre la fisiología del organismo, sino que además será clave antes de enviar
misiones humanas a las profundidades del Sistema Solar o más allá.
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