Hay un lugar en el cerebro
de donde surgen los ¡ay! Y Ahí es precisamente donde nos duele. Es un
lugar recóndito, denominado ínsula, un nombre que, según el diccionario de la
RAE, hace referencia a “un lugar pequeño o gobierno de poca entidad, a
semejanza del encomendado a Sancho en el Quijote”. Sin embargo, a diferencia de
la ínsula Barataria de Cervantes, esta del cerebro cada vez atrae más atención
de los investigadores.
Descrita por primera vez en 1796 por el anatomista,
fisiólogo y psiquiatra danés Johann Christian Reil, no es visible sobre la
superficie de los hemisferios cerebrales, y tal vez por eso durante mucho
tiempo no se le dio importancia. Y, sin embargo, parece ser nada menos
que el lugar donde se integran mente y
cuerpo y,
posiblemente, desde donde surge la consciencia, según Antonio Damasio.
Y por
si esto fuera poco, se encarga también de hacernos conscientes del dolor y de
calibrarlo. De esto se ocupa una porción concreta de la ínsula, laposterior
dorsal, que al parecer está
directamente relacionada con la intensidad del dolor, según un estudio de
imagen cerebral con 17 personas publicado hace poco en la revista Nature Neuroscience.
Los
investigadores utilizaron una nueva técnica de imagen para
mirar en el cerero de las personas que experimentan dolor durante varias
horas. Y sólo la actividad de un área del cerebro, la ínsula posterior
dorsal, reflejaba fielmente las puntuaciones que los participantes daban al
dolor que sentían.
Esta
especie de “radiografía
del dolor”, que parece correlacionar tan bien con su
intensidad, podrían ayudar a detectarlo y convertirlo en algo más “tangible” en
personas con habilidades de comunicación limitadas, como en estado de coma,
niños pequeños y pacientes con demencia.
“Hemos identificado probablemente la
zona del cerebro que lanza la señal de ” me duele “, la que produce la
experiencia del dolor“, explica Irene Tracey, de la Universidad
de Oxford, cuyo equipo hizo el descubrimiento. ”El dolor es una experiencia
multidimensional compleja, que activa muchas regiones del cerebro involucradas
en procesos como la atención, las emociones como el miedo o la localización del
lugar donde duele. Pero la ínsula posterior dorsal parece ser específica del
nivel de daño real, del dolor en sí”.
“Hemos
sido capaces de encontrar esta área mediante el desarrollo de un nuevo método
de seguimiento de la actividad cerebral, basado en una técnica llamada marcado
arterial de spin. Esta técnica permite observar estados
cerebrales más complejos, que se extienden a lo largo de períodos de tiempo
mucho más largos. Haciendo un seguimiento del dolor
durante horashemos sido capaces de filtrar las experiencias
momentáneas, como variaciones en la atención o el miedo “, explica Tracey.
Los investigadores
hicieron el seguimiento de la actividad cerebral de 17 voluntarios sanos a los
que se aplicó una crema que contenía
capsaicina (el ingrediente activo de las guindillas, que las
hace picantes) sobre su pierna derecha, causando sensación de ardor. Los
voluntarios evaluaron cuánto dolor les producía esa sensación de ardor.
Una
vez que la sensación de dolor comenzó a desvanecerse, los investigadores
‘reavivaron’ la sensación poniendo una bolsa de agua caliente en la zona donde
se había aplicado la crema. Unos minutos más tarde, aliviaron su dolor
cambiando la bolsa de agua caliente por una botella de agua fría. Los cambios de actividad en la ínsula
posterior dorsal correspondían con los cambios en las calificaciones dadas por
los voluntarios al dolor que
iban sintiendo.
El
equipo de investigación planea tratar de desactivar esta región del cerebro en
pacientes que sufren de dolor intratable. Y esperan que el
cambio de la actividad en la ínsula posterior dorsal ayude a tratar el dolor cuando otros métodos han fracasado.
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